En esta búsqueda encontró algunas palabras alentadoras de parte de Su Maestro para los momentos en que pueda llegar la apatía, el agotamiento o el desánimo, haciéndola considerar "cerrar sus manos" en señal de parálisis o sequía que las incapacita a seguir creando, dando afecto, abriéndose en actos de generosidad, dando frutos en toda buena obra:
a) La primera enseñanza que encontró fue que en esos momentos de parálisis o sequía debía acercarse a El y presentarle sus manos para que El las sane, sin importar los comentarios o consecuencias que esta acción pudiera acarrearle (Marcos 3:1-6 y Lucas 6:6-11);
b) Cuando así se acerque y clame a El, escuchará Su Voz diciéndole: no pierdas la esperanza que hacen que tus manos desfallezcan; no dejes que el temor debilite tus manos, levántalas en especial cuando te encuentras bajo mi disciplina (2 Crónicas 15:7, Sofonías 3:16 y Heb.12:12)
Nos cuenta la hija pródiga que en medio de todas estas nuevas enseñanzas, volvió a observar las manos de Su Amado captando en ese momento la santidad, pureza, limpieza y bondad que en cada uno de sus surcos se reflejaba; entonces, El tomó las manos de la hija pródiga para mostrarle en Su Carta de Amor aquellos pasajes que la ayudarían a que sus manos fueran transformadas para parecerse a las de Su Maestro:
iii) Para lograr esa limpieza es necesario deponer todo orgullo y autosuficiencia y dejar que El las lave (Juan 13:9);
pues, cuando El las levantó fue para bendecir a sus discípulos en su despedida (Lucas 24:50).
Y... con estas nuevas enseñanzas comprendió que debía ser una mujer perseverante que no desfallezca; ser una mujer de santidad y por último, una mujer que lo adore en espíritu y en verdad (Juan 4:23).
Continúa.../
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